Los pasos perdidos de la memoria
«Migas de pan» está dirigida por la uruguaya afincada en Galicia Manane Rodríguez y el guion contó con la colaboración de su pareja, el cineasta gallego Xavier Bermúdez.
EDUARDO GALÁN BLANCO – 14/12/2016
Desde Desaparecido hasta Garage Ollimpo, pasando por Machuca o por Dulce país, la represión de las dictaduras sudamericanas de los años setenta ha dejado no pocos escalofríos en las pantallas. Y, a pesar de todos esos precedentes, Migas de pan, de la autora uruguaya afincada en Galicia Manane Rodríguez, se nos antoja aún más imborrable y valiosa. No es la primera vez que la directora toca el tema -lo hizo con los bebés argentinos robados en Los pasos perdidos-, pero ahora nos sacude con un magnífico guion, escrito en colaboración con su pareja, el cineasta gallego Xavier Bermúdez. Lo hace de manera maestra, descarnada y poética al tiempo, dotando a su narrativa seca y naturalista de un retorcido aroma de dolor.
La película cuenta la historia de una chica combativa de buena familia que es detenida en Montevideo por la policía política durante 1971. Repudiada por padres y marido, le quitan a su hijo y es torturada y violada en una de esas siniestras cárceles improvisadas entre humedades, donde los detenidos se almacenan como carne. En esas secuencias, la directora mantiene en off a la protagonista, que es atormentada con la picana eléctrica por un escalofriante torturador -sensacional Quique Fernández como el tristemente célebre Emilio Garone- mientras la música de la rancherita que ponen los verdugos se mezcla de forma pesadillesca con las voces de las súplicas y los gritos del dolor. La secuencia de la quema de libros u otras de la subsistencia solidaria de las presas en la cárcel son igualmente notables. Y la película está iluminada -no solo es atroz- por la intuición y ternura de Justina Bustos -una revelación- y por la humana sabiduría de Cecilia Roth, que interpretan a la protagonista en su juventud y en su madurez.
Al final, con Palabras para Julia sonando en los créditos, uno piensa en los cuentos infantiles de nuestras pesadillas Y la adulta que todavía es niña, desheredada para siempre, desandando sus pasos perdidos en la selva de la memoria, buscando las migas de pan desaparecidas, se encuentra ante la imposibilidad de volver a casa.
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