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Migas de pan

    PARA INVESTIGADORES DE LA MEMORIA

    Lo mejor: la encomiable tozudez de la cineasta por volver a un pasado doloroso.

    Lo peor: que sea vista como algo del pasado… como si la violencia política contra las mujeres estuviera superada.

    Por MIRITO TORREIRO – Crítica de FOTOGRAMAS.En ocasión del exitoso estreno de este último trabajo de Manane Rodrìguez en Uruguay, el crìtico de un periódico local, La Diaria, escribió que “esta película se tendría que haber hecho hace 20 años”. A la sociedad uruguaya le toca interrogarse sobre el por qué de tan singular ausencia, cuando cines como el chileno, el brasileño o el argentino han abordado tanto y tan bien el tema de la prisión y tortura de militantes de izquierdas por parte de las dictaduras respectivas entre los 70 y los 80. A nosotros nos toca, en cambio, decir que ‘Migas de pan’ es un documento esclarecedor, doloroso e imprescindible sobre aquellos años funestos en los que saltaron por los aires los regímenes democráticos de la zona.

    Esclarecedor porque, contra la tendencia dominante, no habla de presos hombres, sino mujeres: doblemente víctimas, por su ideología y por el acoso personal y sexual a que fueron sometidas. Doloroso porque, a pesar de la seca concisiòn con que Rodríguez, una cineasta a la que alguna vez deberíamos reconocerle su coraje cìvico para con las víctimas (y no sòlo las uruguayas), trata un tema tan espinoso, jamàs carga las tintas sobre el sensacionalismo: es el suyo un discurso que pone en primer plano otras cosas, como la solidaridad entre mujeres o la valentía de quienes, una vez en libertad, se atrevieron a querellarse (y con éxito) contra sus victimarios. Claro que no evita mostrar las torturas; pero sólo para recordar que éstas fueron afrontadas como una técnica masiva por los militares, jamàs para provocar la adhesión fácil del espectador.

    E imprescindible, en fin, porque contra el cómodo lugar común que gustaría colocar estos asuntos en la muelle cuenta del olvido, la cineasta vuelve a recabar la memoria de las víctimas, las consulta (en esto el film actùa casi como un documental a partir de la memoria oprimida) y deja sus palabras, sus acciones y su estremecedora solidaridad en manos de unos actores todos esplèndidos, pero entre los que destaca el descubrimiento de la deslumbrante Justina Bustos, un verdadero hallazgo.

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